Después de un año construyendo y destruyendo a base de indecisiones el edificio del disco: Coque y yo terminamos, por fin, con la composición básica de las canciones y hemos decidido lanzarnos en plancha. Vamos a grabar diez temas. Suponemos que será un proceso largo, pero improvisaremos sobre la marcha. A golpes también se aprende.
jueves, 30 de junio de 2011
lunes, 16 de agosto de 2010
Edimburgo
Si visitas Edimburgo y eres aficionado a los libros del escritor Ian Rankin, inevitablemente intentarás encontrar en el paisaje urbano vestigios de sus descripciones; en los habitantes, rasgos semejantes a los protagonistas de sus tramas. Lo cierto es que no se encuentran a no ser en la coincidencia de los nombres de las calles, del de los bares o del tour turístico montado para visitar los sitios que aparecen en las novelas.
Pero el ambiente, el clímax de una acción literaria está compuesto de muchos más matices que un lugar. Es aquello de lo que habla el escritor en sus novelas: los hombres de cara amoratada por la bebida y la mala alimentación que consumen su esperanza de vida cada tarde en el pub; o el de la ciudad moderna que creció al pie del Parlamento Escocés, hecha a tiralíneas, deshumanizada, de edificios antiguos con pinta de recién construidos. La gente con apariencia de acabar de salir de un escaparate postmoderno que comparte el espacio urbano, a su pesar, con una población avejentada, resabiada, endurecida por el mar, la industria reconvertida y la meteorología inclemente. Son aspectos más fáciles de leer que de observar para quien no tiene la sensibilidad de un gran escritor
Fue muy divertido visitar Edimburgo, es una ciudad hermosa, aunque no veas pasear a todos los escritores que residen allí. Traje un libro firmado por Ian Rankin; que guardo como un tesoro, de esa manera me enteré, que en las librerías de allí los venden firmados por el autor sin tener que soportar molestas colas. En la novela “La música del adiós” el mismo Rankin lo cuenta respecto al poeta asesinado Todorov, demostrando que en sus novelas no todo es ficción. En Edimburgo pasan algunas cosas de las que cuenta
viernes, 18 de junio de 2010
O sal das bagoas
Narrativa
“As dúas fillas de Lot quedaron encintas do seu pai."
(Xénesis 19,36)
(Xénesis 19,36)
Na Audiencia Provincial de Pontevedra, celebrouse onte o xuízo contra Lotario Puga Martelo por un delicto de “abusos sexuais continuados” nas persoas das súas dúas fillas. Á esposa de Lotario - acusada de complicidade pasiva -, a pesares das moitas preguntas que lle foron feitas, non houbo quen a quitara da cantilena que repetía sen parar (a mirada revirada aos adentros, a cabeza a abanear tal un sonómetro): “Eu fun a muller de Lot, e mirei atrás non para ignorar o mal camiño que o meu home levaba. Nin pola curiosidade de achar algunha felicidade na nosa vida de antes. Nin por fuxir do maltrato del. Ou por probar se a miña perda o detería. Mirei atrás ao escoitar berros desesperados. E cando mirei atrás para dar auxilio, fiquei convertida en estatua de sal”.
Examinada polo forense, seguindo ordenes do Presidente do Tribunal, este certificou: que si era certo. Que do exame da pel e das mostras de tecidos obtidas para seu análise se deducía, sen lugar a dúbidas, que a examinada estaba na súa totalidade composta de sal. De seguida foi absolta xa que a composición inhumana do seu corpo a convertía en non imputable, segundo manifestou en sentencia pronunciada “in voce” o señor Maxistrado.
Contou o cronista que presenciou os feitos, que a muller de Lot (ao escoitar a sentencia) parou de súpeto co mastigar de palabras que rosmaba. Nada máis dixo. Simplemente comezou chorar de ese modo fermoso e rarísimo que as estatuas teñen de facelo, sen que parte algunha do corpo se lles mova. Chorou só cos ollos rebordados de tristura, coma copos a verter. Impasible. Sen xestos.
As bagoas ao escorregar non deixaban rastros tal se a pel as bebera.
-Miña señora non se aflicta, xa todo pasou.
-Non choro por min. Choro por todas as estatuas de sal, que feitas con bagoas de muller, medran a cotío neste mundo de homes.
Examinada polo forense, seguindo ordenes do Presidente do Tribunal, este certificou: que si era certo. Que do exame da pel e das mostras de tecidos obtidas para seu análise se deducía, sen lugar a dúbidas, que a examinada estaba na súa totalidade composta de sal. De seguida foi absolta xa que a composición inhumana do seu corpo a convertía en non imputable, segundo manifestou en sentencia pronunciada “in voce” o señor Maxistrado.
Contou o cronista que presenciou os feitos, que a muller de Lot (ao escoitar a sentencia) parou de súpeto co mastigar de palabras que rosmaba. Nada máis dixo. Simplemente comezou chorar de ese modo fermoso e rarísimo que as estatuas teñen de facelo, sen que parte algunha do corpo se lles mova. Chorou só cos ollos rebordados de tristura, coma copos a verter. Impasible. Sen xestos.
As bagoas ao escorregar non deixaban rastros tal se a pel as bebera.
-Miña señora non se aflicta, xa todo pasou.
-Non choro por min. Choro por todas as estatuas de sal, que feitas con bagoas de muller, medran a cotío neste mundo de homes.
domingo, 30 de mayo de 2010
Exótico futuro en Shanghái
En Shanghái todo se supone exótico para alguien que viaja desde España. Aunque eso sea cada vez menos verdad. Las ciudades de todo el mundo se parecen más y sus peculiaridades, que las tienen, se difuminan en las coincidencias de los rascacielos enormes, las masas de trabajadores apresuradas, los establecimientos de comida rápida, los ejecutivos agresivos, las tradiciones estandarizadas como objetos turísticos. Un mundo de ojos rasgados que llora las mismas lágrimas amargas de la globalización salvaje.
No me gustó Shanghái, aunque tenía lugares hermosísimos. Me inquietaba que fuera aquel el destino que nos espera. Todo era muy parecido a un “Blade Runner” en construcción. Al decorado de la película poblado por gente de verdad. Y a ratos diluviaba.
miércoles, 17 de marzo de 2010
La edad de Eastwood
Deuda de sangre. (Crítica Cinematográfica)
DIRECTOR: Clint EastwoodGUIONISTA: Brian Helgeland
BASADA EN LA NOVELA: "Deuda de sangre" de Michael Connelly
INTERPRETES: Clint Eastwood, Jeff Daniels, Anjelica Huston, Wanda De Jesus.
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2002
“Deuda de sangre” es una respuesta desprovista de dramatismo, a la vez que conmovedora, a la pregunta de cómo envejecer en el cine. Desde “Sin perdón” (1992), Clint Eastwood parece dirigir su envejecimiento ante las cámaras, empeñado en demostrar que nadie está muerto hasta que deja de vivir por mucho que la ancianidad no esté ahora de moda.
El agente retirado Ferry McCaleb (Eastwood), cae derrumbado por un ataque al corazón mientras persigue a un asesino en serie. Esta escena, que abre la película, admirablemente fotografiada por Tom Stern, consigue, mediante un estilo expresionista que se sirve del color, dar al personaje de policía un aspecto macilento, casi espectral, y reforzar la intención de retratar a alguien que ya tiene un pie en la tumba.
Recuperado gracias a un trasplante de corazón, la médica (Angélica Huston) será el ángel custodio encargado de recordarle que no tiene edad ni salud para meterse en líos. Parece hacerle caso. Pero otra mujer, Graciela Rivers (Wanda de Jesús), vendrá a solicitar su ayuda para esclarecer un asesinato, y esgrime poderosas razones para convencerlo.
Basado el guión en una novela homónima de Michael Connely, “Deuda de Sangre (Blood Work)” simplifica la trama imaginada por el escritor americano, eliminando la mayoría de los secundarios. Aunque, sin duda, la diferencia más notoria es que el detective pasa de los 46 años del libro a los 72 que tiene en la película (la edad real del actor). Esa caracterización como inspector jubilado que podemos recordar de “La lista negra” en su famoso papel de Harry llega aquí más lejos al convertirlo en un policía que se ejercita en el arte de ser abuelo.
La puesta en escena, el comportamiento del protagonista y la vuelta a un género tan frecuentado por el actor no son ni mucho menos casuales y así lo ha explicado él mismo: “En este estadio de mi vida me apetecía enfrentar a mis personajes al los mismos desafíos que afrontaban con 30 o 40 años. Si ellos podían, se suponía que yo también; era una prueba que necesitaba pasar”. Y para superar el examen no hizo trampas, no se dejó doblar en las escenas arriesgadas. La espectacular persecución en un coche la protagonizó enterita a pesar de las protestas de los aseguradores. Ante la extrañeza de alguno de sus compañeros respondió: “Lo hago desde siempre, pues considero que sólo así se le da lo máximo al espectador. Además, eso solamente exige una buena preparación física y el esfuerzo de la constancia. Está al alcance de cualquiera…”
El desarrollo recuerda mucho a “En la cuerda floja”, de Richard Tuggle (1984), no por el argumento, mas por los elementos dramáticos que maneja: un asesino en serie, un policía individualista (el mismo Eastwood) y unos compañeros gruñones que no confían en su capacidad y creen que estorba; una joven hispana (Wanda de Jesús) bellísima…Son elementos habituales en la gramática de las películas de Eastwood.
Y por supuesto hay diferencias con el cine actual de policías, influido por el video clip y el vértigo del movimiento. “Deuda de sangre” usa una forma de contar demorada aparentemente y alejada de este género, pero que rehecho supone una gestión rigurosa de los tiempos muertos. Porque el director no hace ni una concesión a un posible alejamiento de los cánones tradicionales de esta clase de filmes.
Tal vez sea una “una obra menos” de Clint Eastwood; lo que está seguro es que la puesta en escena, la fotografía, los actores y su conmovedora reflexión- sobre el hecho de que jubilación y muerte nada tienen que ver- la convierten en una joya (pequeña quizá) entre el cine americano que nos es permitido ver últimamente.
En esta necesidad de rellenar interminables horas de programación televisiva no todo es teletiendas o escaparates de miserias humanas. A veces nos brindan la oportunidad de rescatar de la memoria películas que en su momento nos causaron una impresión que ahora nos cuesta revivir. "Deuda de sangre" ha llegado por partida doble. Esta critica la publiqué hace muchos años en Faro de Vigo cuando fue estrenada. No me arrepiento de lo que escribí. Eran otros tiempos. Era otro cine.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Lo clásico es lo actual
Ocho mujeres (Crítica Cinematográfica)
DIRECTOR: François Ozon
GUIONISTAS: Marina de Van, François Ozon
BASADA EN LA OBRA DE TEATRO: "Ocho Mujeres" de Robert Thomas
INTERPRETES: Fanny Ardant, Emmanuelle Béart , Danielle Darrieux, Catherine Deneuve
Un reparto de ensueño pone frente a frente a ocho actrices deslumbrantes (Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Danielle Darrieux, Catherine Deneuve, Isabel Huppert, Virginie Ledoyen, Firminie Richard y Ludivine Sagnier). Un director que película a película consolida un estilo propio que desecha lo accesorio para explotar sin nada que le estorbe las leyes del deseo y la memoria. François Ozon vuelve a conseguir una perla para el cine, una perla moderna y rara como el verso de Moustaki.
Usando la inspiración y delicadeza, “8 mujeres” suscita risa y emoción, con una calidad poco frecuente. Construida sobre los cimientos del cine clásico. Comienza como un melodrama de Douglas Sirk y prosigue como un enigma de Agatha Christie cruzado de intrigas al estilo de Hitchcock antes de terminar tal que una pieza de teatro en una apoteosis final, el desenlace precedido de una confusión aparentemente insolucionable.
Saber quién mató a Marcelo se convierte no en la búsqueda de un criminal, si no en demostrar cuáles son las siete mujeres de todas las edades, caracteres, y clases sociales que son inocentes, todas sospechosas, todas tienen motivos para cometer el crimen, y la nieve que las aísla impide que venga un juez imparcial para esclarecer el misterio.
El glamour indiscutible de las actrices les es disputado por el del escenario en que se desarrolla. Los años 50 le permiten a Ozon recurrir a la sofisticación legendaria de aquella época: el vestido tubular, el traje sastre, las faldas de organdí y los accesorios (boquillas de oro, guantes hasta el codo, joyas, chaquetas entalladas o sombreros).
El cineasta respeta las reglas de la dramaturgia clásica con unidades de tiempo, lugar y personajes. Demuestra que el guión cinematográfico de la película, inspirado en una pieza teatral inglesa, no necesita de trucos para conseguir el suspense y el vuelco continuo de situaciones, vía las revelaciones en cascada.
Sorpresas, traiciones, apatía, celos, crueldad…se encadenan con toda la fuerza. Si la historia reposa en un enigma que hay que resolver, éste no es esencial. El placer es tan grande contemplando el desarrollo de la película que el espectador podrá olvidarse de ese aspecto para apreciar el encadenamiento perfecto de las secuencias la actuación de diosas de la escena de sus protagonistas. François Ozon ha vuelto a dar una lección de cine de primera clase.
DIRECTOR: François Ozon
GUIONISTAS: Marina de Van, François Ozon
BASADA EN LA OBRA DE TEATRO: "Ocho Mujeres" de Robert Thomas
INTERPRETES: Fanny Ardant, Emmanuelle Béart , Danielle Darrieux, Catherine Deneuve
Un reparto de ensueño pone frente a frente a ocho actrices deslumbrantes (Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Danielle Darrieux, Catherine Deneuve, Isabel Huppert, Virginie Ledoyen, Firminie Richard y Ludivine Sagnier). Un director que película a película consolida un estilo propio que desecha lo accesorio para explotar sin nada que le estorbe las leyes del deseo y la memoria. François Ozon vuelve a conseguir una perla para el cine, una perla moderna y rara como el verso de Moustaki.
Usando la inspiración y delicadeza, “8 mujeres” suscita risa y emoción, con una calidad poco frecuente. Construida sobre los cimientos del cine clásico. Comienza como un melodrama de Douglas Sirk y prosigue como un enigma de Agatha Christie cruzado de intrigas al estilo de Hitchcock antes de terminar tal que una pieza de teatro en una apoteosis final, el desenlace precedido de una confusión aparentemente insolucionable.
Saber quién mató a Marcelo se convierte no en la búsqueda de un criminal, si no en demostrar cuáles son las siete mujeres de todas las edades, caracteres, y clases sociales que son inocentes, todas sospechosas, todas tienen motivos para cometer el crimen, y la nieve que las aísla impide que venga un juez imparcial para esclarecer el misterio.
El glamour indiscutible de las actrices les es disputado por el del escenario en que se desarrolla. Los años 50 le permiten a Ozon recurrir a la sofisticación legendaria de aquella época: el vestido tubular, el traje sastre, las faldas de organdí y los accesorios (boquillas de oro, guantes hasta el codo, joyas, chaquetas entalladas o sombreros).
El cineasta respeta las reglas de la dramaturgia clásica con unidades de tiempo, lugar y personajes. Demuestra que el guión cinematográfico de la película, inspirado en una pieza teatral inglesa, no necesita de trucos para conseguir el suspense y el vuelco continuo de situaciones, vía las revelaciones en cascada.
Sorpresas, traiciones, apatía, celos, crueldad…se encadenan con toda la fuerza. Si la historia reposa en un enigma que hay que resolver, éste no es esencial. El placer es tan grande contemplando el desarrollo de la película que el espectador podrá olvidarse de ese aspecto para apreciar el encadenamiento perfecto de las secuencias la actuación de diosas de la escena de sus protagonistas. François Ozon ha vuelto a dar una lección de cine de primera clase.
jueves, 19 de noviembre de 2009
O centolo pensou unha vez
Narrativa
Ó empardecer o día, Benigno Alvés Vizoso levantouse do leito: nunha sacudida de areas suspensas na atmosfera húmida da súa morada. Emprendeu o diario camiño na procura da víctima que a súa condición de cazador demandaba. Deixou esvarar o corpo, coa habilidade do costume, entre as rochas e as pedras, tal fose un pequeno globo aerostático a aboiar no aire. E no mesmo tempo da captura devorou a súa presa sen compaixón, porque era un sentimento que non posuía. Foi unha estrelamare. Cando ela xa non axitaba a simetría dos seus movementos, o rostro de espiñas diverxentes, curtas e grosas, de Avelino Alvés Vizoso se constrinxiu nun xesto de percepción descoñecida. E os pedúnculos oculares miraron sen despracer nin medo (eran sensacións reservadas para outros aconteceres) como toda a liquida luz que o rodeaba sumíase por un vertedoiro, inmenso e negro, a se mover cara el.
Víñalle de espullo e non fuxiu, xa que non tiña por que.
No momento ca súa cuncha sementada de algas e pugas esfregou ao estraño: unha combinación de reaccións químicas descoñecidas trasladoulle nunha evolución de eras. Nun contradevalar de mutacións cognitivas insólito O cal lle permitiu interrogarse sobre o que estaba a pasar.
Súa conducta non prevía a morte nin a memoria, e seus actos tiñan o único fin de alimentarse para se reproducir e conservar a especie. Non se sabía nomeado, nin a ninguén puxera nome. Nada lle era posible fora das leis da natureza que mantiñan a vida.
Non obtivo resposta aínda que a recen adquirida cualitividade houbese podido darlla. Antes, derrubouse coma un traxe baleiro: sostido pola percha enfuscada da súa cuncha.
Non soubo así doutra especie, igual de singular que a súa, que era quen de prever as consecuencias dos seus actos, tiña memoria, linguaxe, e agrupaba as cousa en sinais que chamaba conceptos. Era sabedora que había de morrer. Amaba a súa xente, tiña sentimentos independentes das necesidades da supervivencia, e cría que a Terra toda fora feita para si. A peor, unha minúscula parte dos seus individuos supoñeran ser donos do que os rodeaba, que das cousas só o lucro contaba, que posuían o dereito ao estrago se nón facía mal ao seu peto. Entre a cegueira e a cobiza destruían aquelo que non puidesen vender. Non sabían que se estaban a destruír a eles mesmos.
Hai moitas especies, todas excepcionáis. Natureza unha. Elas, partes de esta. Non hai parte sen todo.
FIN
martes, 17 de noviembre de 2009
Extrañas circunstancias.
Artículos de Prensa
Este artículo fue publicado hace diez años en El Adelantando de Segovia, con motivo de la muerte del cantante. Yo cursaba primer año de Comunicación Audiovisual.
Este artículo fue publicado hace diez años en El Adelantando de Segovia, con motivo de la muerte del cantante. Yo cursaba primer año de Comunicación Audiovisual.
Enrique Urquijo, cantante y líder del grupo Los Secretos, fue hallado muerto en un portal del barrio madrileño de Malasaña. Su muerte, acaecida en extrañas circunstancias según la terminología estandarizada de las crónicas de sucesos, dejó la casi seguridad en sus amigos que el abrazo de la melancolía, su compañera inseparable, le había al final impedido respirar.
Sus canciones, llenas de la dulzura triste de lo que le parecía inevitable, escritas de la mano de la amiga mala suerte, son muestras, además de su talento, de ese desencuentro diario con la vida, de ese descalabro que la realidad siempre infiere a los deseos de alguna gente a quien la sensibilidad deja sin la coraza necesaria para defenderse de los zarpazos de lo cotidiano.
Fueron extrañas las circunstancias de su muerte. Porque nadie debe morirse en un portal, de madrugada, solo. Aunque sea víctima de las drogas. Y serán extrañas, pero no infrecuentes, pues todos los días aparece gente, hombres y mujeres, muertos de esa manera: en el lavabo de un bar, en la vuelta oscura de un subterráneo, acurrucados en el rellano de cualquier escalera. Son gente con historias parecidas, o distintas, a la de Enrique Urquijo, todas unidas por la circunstancia extraña de la muerte abandonada.
Algunas drogas son ilegales, al serlo ilegalizan la muerte y la enfermedad que producen. El adicto que no tiene dinero delinque, el que la vende: la adultera, envenenando todavía más su consumo, el que enferma convalece en la ruina de su dependencia y el que muere lo hace frecuentemente con una cazadora bajo la nuca, como esta vez. No he visto ni enfermos de cirrosis, ni de cáncer de pulmón muriéndose en las esquinas de los barrios. Ni atracando bancos con jeringuillas infectadas de Sida.
La droga es mala para la salud y para la conciencia, para ésta porque adormece la rebeldía, nos conforma con lo odioso, con lo injusto. Pero ante todo es una enfermedad, social y física, y ninguna enfermedad se cura ilegalizando el virus que la produce. No están el sarampión ni la pulmonía en el código penal. Enrique Urquijo, murió en las extrañas circunstancias que produce la marginalidad a que son reducidos los que por las razones que sea son drogodependientes. ¿A quién puede perjudicar la legalización de las drogas prohibidas?... a ellos está claro que no.
Sus canciones, llenas de la dulzura triste de lo que le parecía inevitable, escritas de la mano de la amiga mala suerte, son muestras, además de su talento, de ese desencuentro diario con la vida, de ese descalabro que la realidad siempre infiere a los deseos de alguna gente a quien la sensibilidad deja sin la coraza necesaria para defenderse de los zarpazos de lo cotidiano.
Fueron extrañas las circunstancias de su muerte. Porque nadie debe morirse en un portal, de madrugada, solo. Aunque sea víctima de las drogas. Y serán extrañas, pero no infrecuentes, pues todos los días aparece gente, hombres y mujeres, muertos de esa manera: en el lavabo de un bar, en la vuelta oscura de un subterráneo, acurrucados en el rellano de cualquier escalera. Son gente con historias parecidas, o distintas, a la de Enrique Urquijo, todas unidas por la circunstancia extraña de la muerte abandonada.
Algunas drogas son ilegales, al serlo ilegalizan la muerte y la enfermedad que producen. El adicto que no tiene dinero delinque, el que la vende: la adultera, envenenando todavía más su consumo, el que enferma convalece en la ruina de su dependencia y el que muere lo hace frecuentemente con una cazadora bajo la nuca, como esta vez. No he visto ni enfermos de cirrosis, ni de cáncer de pulmón muriéndose en las esquinas de los barrios. Ni atracando bancos con jeringuillas infectadas de Sida.
La droga es mala para la salud y para la conciencia, para ésta porque adormece la rebeldía, nos conforma con lo odioso, con lo injusto. Pero ante todo es una enfermedad, social y física, y ninguna enfermedad se cura ilegalizando el virus que la produce. No están el sarampión ni la pulmonía en el código penal. Enrique Urquijo, murió en las extrañas circunstancias que produce la marginalidad a que son reducidos los que por las razones que sea son drogodependientes. ¿A quién puede perjudicar la legalización de las drogas prohibidas?... a ellos está claro que no.
lunes, 20 de abril de 2009
Belphegor resucitó peor.
La máscara del Faraón (Crítica Cinematográfica)
DIRECTOR: Jean-Paul Salomé
GUIONISTAS: Jean-Paul Salomé, Danièle Thompson, Jérôme Tonnerre
BASADA EN LA NOVELA: "Belphégor" de Arthur Bernède
INTÉRPRETES: Sophie Marceau, Michel Serrault, Julie Christie
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2001
"La máscara del Faraón" es una película francesa del director Jean-Paul Salomé (también al frente de la recién estrenada “Espías en la sombra”) en la que con una trama y narrativa similares (género de terror, apartado: venganza de ultratumba egipcia) intenta emular a “La Momia” (Summers 1999, remake a su vez de la clásica de Boris Karloff), al mismo tiempo que desea superarla aportando la calidad que al cine galo se le supone.
En realidad, se trata de una versión de la famosa serie francesa de televisión "Belphegor" (Claude Barma, 1965). Emitida por TVE (en aquellos años la mejor, por única, televisión del país), cautivó a los telespectadores españoles. Hasta es extremo que fueron muy pocos los que se perdieron alguno de sus cuatro capítulos. La serie, convertida en un fenómeno social, no sólo paso a engrosar la lista de los grandes éxitos de la televisión, sino que también se incorporó al catalogo de los terrores infantiles de toda una generación.
RECURSOS DIGITALES
Para adaptar la estética pop de los sesenta a nuestros tiempos opta el director francés por modernizar su relato a base de encerrarlo en los cánones del terror en boga. Y ahí esta su error. La utilización excesiva de los recursos digitales, la creación de una luz blanca, una claridad casi lechosa en las escenas del interior del Louvre; aportan un toque siniestro y hasta hermoso, pero por excesivamente frío priva de la inquietud que siempre precede al terror y que como todo lo irracional precisa de los colores de la pasión.
La actriz Sophie Marceau (“Braveheart”) realiza una excelente actuación en un papel muy adecuado a su estilo, aunque limitado en exceso por la tiranía de los efectos especiales. Michel Serrault ("Plaga Final") está muy por debajo de sus posibilidades y Friéderic Diefenthal convierte su personaje en un guiñol un poco bobo aunque simpaticote. Mencionar (devoción antigua) a Julie Cristhine (“Doctor Zhivago”, las otras no importan) en un papel secundario que su presencia torna maravilloso.
Con la estrategia seguida en esta película, de grandísimo presupuesto y promoción desmesurada, el cine francés corre el peligro de morir de éxito. Pues el camino no es imitar a las grandes producciones americanas (como en ”El pacto de los lobos”, “Asterix” o “Vidocq”) intentando competir en su propio terreno: el cine de laboratorio lleno de efectos digitales y vacío de contenidos, clónico hasta en las actuaciones de unos actores convertidos en estereotipos.
El cine francés y el europeo tienen su futuro en la “excepción cultural”. En contar historias que lleguen a los espectadores y que éstos se conmuevan con ellas. En otro caso el resultado será una película como ésta, pulcramente realizada, dirigida al llamado “gran público”, que entretiene; pero que al contrario que su predecesora, la serie de los sesenta, no dejará huella en la memoria de nadie.
GUIONISTAS: Jean-Paul Salomé, Danièle Thompson, Jérôme Tonnerre
BASADA EN LA NOVELA: "Belphégor" de Arthur Bernède
INTÉRPRETES: Sophie Marceau, Michel Serrault, Julie Christie
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2001
"La máscara del Faraón" es una película francesa del director Jean-Paul Salomé (también al frente de la recién estrenada “Espías en la sombra”) en la que con una trama y narrativa similares (género de terror, apartado: venganza de ultratumba egipcia) intenta emular a “La Momia” (Summers 1999, remake a su vez de la clásica de Boris Karloff), al mismo tiempo que desea superarla aportando la calidad que al cine galo se le supone.
En realidad, se trata de una versión de la famosa serie francesa de televisión "Belphegor" (Claude Barma, 1965). Emitida por TVE (en aquellos años la mejor, por única, televisión del país), cautivó a los telespectadores españoles. Hasta es extremo que fueron muy pocos los que se perdieron alguno de sus cuatro capítulos. La serie, convertida en un fenómeno social, no sólo paso a engrosar la lista de los grandes éxitos de la televisión, sino que también se incorporó al catalogo de los terrores infantiles de toda una generación.
RECURSOS DIGITALES
Para adaptar la estética pop de los sesenta a nuestros tiempos opta el director francés por modernizar su relato a base de encerrarlo en los cánones del terror en boga. Y ahí esta su error. La utilización excesiva de los recursos digitales, la creación de una luz blanca, una claridad casi lechosa en las escenas del interior del Louvre; aportan un toque siniestro y hasta hermoso, pero por excesivamente frío priva de la inquietud que siempre precede al terror y que como todo lo irracional precisa de los colores de la pasión.
La actriz Sophie Marceau (“Braveheart”) realiza una excelente actuación en un papel muy adecuado a su estilo, aunque limitado en exceso por la tiranía de los efectos especiales. Michel Serrault ("Plaga Final") está muy por debajo de sus posibilidades y Friéderic Diefenthal convierte su personaje en un guiñol un poco bobo aunque simpaticote. Mencionar (devoción antigua) a Julie Cristhine (“Doctor Zhivago”, las otras no importan) en un papel secundario que su presencia torna maravilloso.
Con la estrategia seguida en esta película, de grandísimo presupuesto y promoción desmesurada, el cine francés corre el peligro de morir de éxito. Pues el camino no es imitar a las grandes producciones americanas (como en ”El pacto de los lobos”, “Asterix” o “Vidocq”) intentando competir en su propio terreno: el cine de laboratorio lleno de efectos digitales y vacío de contenidos, clónico hasta en las actuaciones de unos actores convertidos en estereotipos.
El cine francés y el europeo tienen su futuro en la “excepción cultural”. En contar historias que lleguen a los espectadores y que éstos se conmuevan con ellas. En otro caso el resultado será una película como ésta, pulcramente realizada, dirigida al llamado “gran público”, que entretiene; pero que al contrario que su predecesora, la serie de los sesenta, no dejará huella en la memoria de nadie.
viernes, 10 de abril de 2009
La giganta
Como Baudelaire en las Flores del Mal yo amo a una Giganta; y ella, también como en los versos de Baudelaire, tiene una gata: que se le enrosca en los pies, voluptuosa.
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