viernes, 1 de julio de 2016

La canción del mar - Crítica cinematográfica

Odiseo y el Mar

TÍTULO ORIGINAL: Song of the Sea
DIRECTOR:  
GUIONISTA:  sobre una historia de Tomm Moore
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2014

 
La canción del mar, película de dibujos dirigida por el irlandés Tomm Moore en 2014, es una entusiasta loa a un modo peculiar de entender el arte de la animación a la par de una defensa de la variedad de temas que este género puede llegar a tratar.

Actualmente, el mercado está dominado por la animación 3D y repleto de guiones con conclusiones heartwarming, en el que se nos incita a ver un lado idealizado de las cosas. El paradigma de esto es la última obra salida de la factoría Pixar: Inside out. Por el contrario, el director irlandés, en su segundo largometraje, opta por el clásico 2D y por tratar la aceptación del dolor como parte de nuestra vida. Sin cortapisas, sin aspavientos.
 
Fotograma de La canción del mar
 
El film es estéticamente brillante. Una filigrana técnica desde el concepto visual, pasando por una hermosa animación y terminando con unos efectos especiales perfectamente integrados. Todos los elementos se unen en un tapiz armonioso y bello, que se va desvelando poco a poco durante toda la película ante un atónito espectador. 

Igual que en su anterior película, la nominada al Oscar: El secreto del libro de Kells, Tomm Moore confía el concept art a su compatriota Ross Stewart. Consigue así establecer un estilo propio y característico enraizado en la cultura popular irlandesa, y además logra diferenciarse de otros estudios europeos de animación –devotos de la línea clara–. Sus personajes heredan las líneas coloridas y sus fondos las texturas a lápiz o a acuarela propias de la ilustración infantil de larga tradición en Europa. También sus juegos de perspectiva evocan las pinturas naif de Klimt, y como aquellas, bajo su aparente sencillez se esconde una complejidad de concepto y de ejecución.
 
Fotograma de La canción del mar
 
El guion parte de la típica estructura de viaje de vuelta a casa. Narrada tantas veces desde el Ulises de Homero. Sobre esos cimientos, el film se sitúa en la Irlanda actual ─con sus pubs y sus pintas de cerveza negra, con su abuelas bebedoras compulsivas de té y con sus gruñones conductores de autobús─ para adentramos poco a poco en un mundo mágico. Un mundo mágico, donde se reconoce el folklore irlandés: los gigantes de piedras, los druidas y por supuesto selkies, esos seres medio foca medio humanos que pueblan el mar del título. Sus personajes son oscuros, quizá tristes y melancólicos, pero al ser tratados con normalidad, desmitifican su dolor.

Tomm Moore con sus dos películas ha marcado el camino a seguir por los estudios de animación europeos. Marcar la diferencia estética y temática con tus vecinos norteamericanos. Todo era sencillo, se trataba únicamente de volver a casa.