lunes, 21 de diciembre de 2009

Lo clásico es lo actual

Ocho mujeres (Crítica Cinematográfica)
DIRECTOR: François Ozon
GUIONISTAS: Marina de Van, François Ozon
BASADA EN LA OBRA DE TEATRO: "Ocho Mujeres" de Robert Thomas
INTERPRETES: Fanny Ardant, Emmanuelle Béart , Danielle Darrieux, Catherine Deneuve
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2002



Un reparto de ensueño pone frente a frente a ocho actrices deslumbrantes (Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Danielle Darrieux, Catherine Deneuve, Isabel Huppert, Virginie Ledoyen, Firminie Richard y Ludivine Sagnier). Un director que película a película consolida un estilo propio que desecha lo accesorio para explotar sin nada que le estorbe las leyes del deseo y la memoria. François Ozon vuelve a conseguir una perla para el cine, una perla moderna y rara como el verso de Moustaki.

Usando la inspiración y delicadeza, “8 mujeres” suscita risa y emoción, con una calidad poco frecuente. Construida sobre los cimientos del cine clásico. Comienza como un melodrama de Douglas Sirk y prosigue como un enigma de Agatha Christie cruzado de intrigas al estilo de Hitchcock antes de terminar tal que una pieza de teatro en una apoteosis final, el desenlace precedido de una confusión aparentemente insolucionable.

Saber quién mató a Marcelo se convierte no en la búsqueda de un criminal, si no en demostrar cuáles son las siete mujeres de todas las edades, caracteres, y clases sociales que son inocentes, todas sospechosas, todas tienen motivos para cometer el crimen, y la nieve que las aísla impide que venga un juez imparcial para esclarecer el misterio.

El glamour indiscutible de las actrices les es disputado por el del escenario en que se desarrolla. Los años 50 le permiten a Ozon recurrir a la sofisticación legendaria de aquella época: el vestido tubular, el traje sastre, las faldas de organdí y los accesorios (boquillas de oro, guantes hasta el codo, joyas, chaquetas entalladas o sombreros).

El cineasta respeta las reglas de la dramaturgia clásica con unidades de tiempo, lugar y personajes. Demuestra que el guión cinematográfico de la película, inspirado en una pieza teatral inglesa, no necesita de trucos para conseguir el suspense y el vuelco continuo de situaciones, vía las revelaciones en cascada.

Sorpresas, traiciones, apatía, celos, crueldad…se encadenan con toda la fuerza. Si la historia reposa en un enigma que hay que resolver, éste no es esencial. El placer es tan grande contemplando el desarrollo de la película que el espectador podrá olvidarse de ese aspecto para apreciar el encadenamiento perfecto de las secuencias la actuación de diosas de la escena de sus protagonistas. François Ozon ha vuelto a dar una lección de cine de primera clase.