miércoles, 7 de noviembre de 2012

Observadores nada inocentes

En la casa. (Crítica Cinematográfica)
DIRECTOR: François Ozon
GUIONISTA: François Ozon
BASADA EN LA OBRA: "El chico de la última fila" de Juan Mayorga
INTERPRETES: Fabrice Luchini, Ernst Umhauer y Kristin Scott Thomas
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2012



"En la casa", sin duda, marca un punto de inflexión en la carrera de François Ozon. La vuelta de tuerca que necesitaba un mecanismo que, aunque ajustado, chirriaba de vez en cuando. Ha sido puntilloso en el calibrado el director francés, dicen algunos que gracias a sus nuevos productores, pero, atribuciones de meritos aparte, se puede afirmar sin ningún género de dudas que después de haber rodado ya, con sus altibajos, otras doce, Ozon, con esta película ha tocado la excelencia.

El guión toma como base de inspiración la obra teatral “El chico de la última fila” del dramaturgo Juan Mayorga. Este filósofo y matemático español utiliza el texto para realizar una rica y profunda reflexión sobre las diversas contradicciones del sistema educativo en las enseñanzas medias –él, como el protagonista, fue profesor de instituto–, yendo de la “contradicción principal” que enfrenta profesor y alumnos, hasta las más “secundarias” como por ejemplo las existentes entre las metodologías implantadas para aprender las matemáticas o las lenguas, o entre disciplina y tolerancia.

Ozon, en cambio, sólo extrae de la obra la esencia del argumento, es decir los personajes y la trama. Mientras en lo formal: modifica los diálogos y los escenarios para huir del recitado y del corsé que impone el espacio-tiempo teatral. Y nos cuenta una parábola—eso sí, deslumbrante—: sobre la creación como mistificación de la realidad, sobre el adocenamiento de los escolares —cuando no sobre su brutal enajenación— y sobre las relaciones (malas o malísimas) en las nuevas familias urbanas. Se vale para hacerlo de un excelente reparto, y de una puesta en escena ultranaturalista que recuerda al Bergman de “Fresas Salvajes” o a las películas “turísticas” de Woody Allen.




En una de sus intervenciones en el Festival San Sebastián donde “En la casa” fue premiada con la Concha de Oro a la mejor película y el Premio al Mejor Guión, Ozon reivindicó al director de cine como un manipulador de personajes, como un urdidor de historias ambiguas en sus certidumbres, dudosas en los desenlaces forzosos y forzados. "Para mí todo director de cine tiene que ser un manipulador, pero eso no tiene por qué ser negativo. El actor debe ser manipulado por el realizador y es pagado por ello, de igual manera que los actores manipulan a sus directores. Es un trabajo de manipulación conflictiva" enfatizó, desmesurado como siempre.

El protagonista de la película, el bachiller (alumno de un liceo francés en este caso) de nombre Claudio (Ernst Umhauer) representa, sin duda alguna, un arquetipo de tal comportamiento: es un gran manipulador de todos los que le rodean. Empezando por su mentor, el profesor Germain (Fabrice Luchini) que es seducido por sus fascinantes historias, las cuales lo vienen a librar del aburrimiento de corregir los mediocres ejercicios de los demás alumnos. Pero a cambio lo somete a la esclavitud dependiente, fisgón irredento de la familia protagonista de los relatos, que a veces sospecha es la suya propia, pero prefiere ignorar por el placer de observar sin ser visto, de juzgar sin ser juzgado. Y los ejercicios maniobreros calculados por Claudio continua hasta la familia del colega, objetos oficiales de esas descripciones fabuladas. Ellos, seducidos y a la vez molestos por quien mueve los hilos de sus vidas sin su consentimiento, mantienen con él una extraña relación, que a la vez los perturba y gratifica.

En resumen, si quitamos las leves pinceladas ambiguas o andróginas del personaje que recuerdan al Pasolini de “Teorema”, o quizá sin necesidad de descartarlas, el relato más bien parece un autorretrato del propio Ozon. Una autobiografía novelada de lo que juega a ser cuando inventa sus guiones, cuando nos engaña con sus realidades deformadas por su fantasía de autor.

Pues bien, en este juego de engaños y manejos en que nos introduce, cuenta además de con la ayuda de los dos mencionados y excelentes protagonistas: el veterano Luchini y el joven Umhauer de veintiún años—perfecto en su papel de adolescente de dieciséis—, con las dos actrices y el actor que encarnan el papel de sendas esposas de las dos familias y el padre del compañero de Claude. De este modo, la inglesa Kristin Scott Thomas es una galerista snob que comparte con su esposo el profesor, las lecturas de los relatos y tal vez algo más. Emmanuelle Seigner, la madre de la otra familia, presunta seducida, mujer de temperamento frívolo y lectora compulsiva de revista del corazón y Denis Ménochet, actor de la escuela de Tarantino, también miembro destacado del Actor Studio —aunque en estos tiempos no se sabe que es más importante–es un devoto del chándal como atuendo y de la violencia como método de solucionar las disputas. 

Todos ellos majestuosos en sus papeles, dan vida a dos familias unidas por los relatos de un joven que mezclan verdad y fantasía con la maestría de un cocinero de realidades deliciosas de probar. Ozon no realiza una película de género puro como en anteriores ocasiones (vodevil, intriga o romántico) y nos sumerge en una película que funciona con la indefinición eclética de la vida misma, imposible de encasillar en otro género que no sea el humano.



 
 

martes, 3 de julio de 2012

La Guerra del Cerdo




Hay una novela de Bioy Casares, titulada “El diario de la Guerra del Cerdo”. Los hechos narrados, entre inquietantes y desatinados, se suceden durante la semana del solsticio de invierno. Alumbrada la acción por las hogueras de san Juan del día veinticuatro de junio y las de de san Pedro y san Pablo del veintinueve, bajo el frio austral de la ciudad de Buenos Aires.

El gobierno anuncia, y el rumor lo amplifica, que el pago de la pensión de los jubilados arruinará al estado. Y grupos de muchachos­ – la policía y la población impasibles–, se dedican a la caza y eliminación de los viejos.

Esta semana es el solsticio de verano en el hemisferio norte, caluroso como no recuerdan los registros del último siglo. El frío y el calor extremos llenan de esquelas de ancianos las páginas de necrológicas de los diarios. Son las tétricas épocas de superventas de las funerarias. Pero a los gobiernos no les basta con la climatología inclemente. Aquí también se ha empezado “una guerra del cerdo” contra los mayores con vistas a su extinción. Será silenciosa como aquella fabulada por Bioy, no precisa cómplices activos, sólo silencios cómplices. Una pensión a la que se le rebaja mediante una retención el doble de lo que se le subió. Que se le quita otro poco en el recibo de la electricidad, otro mucho más en el desahucio de la casa de alquiler de toda la vida mediante una ley de arrendamiento para arrendadores sin entrañas ni corazón, y por último con las restricciones en la expedición de medicinas a los jubilados.

Se retornará a los tiempos de los pañales de lavar y poner, cuando ya no hay familia sino soledad para hacerlo. A los años de las hojas de eucalipto hervidas, si uno puede levantarse a colocarlas. A beber mucha agua, si uno se ahoga en las mucosidades de haber respirado mucho tiempo el aire viciado de la especulación. Porque lo que queda de la pensión no llega para pagar los medicamentos ni para prestar dinero durante tres meses a las Comunidades Autonómicas.

En fin, que nuestros mayores acabarán muriéndose como en “El diario de la Guerra del Cerdo”, no de viejos si no por ser viejos, qué no es lo mismo aunque suene casi igual.

martes, 27 de marzo de 2012

Justified: La imagen del susurro (y Vol.III)

Justified: la ley de Raylan. (Crítica Cinematográfica)

DIRECTOR: Jon Avnet, Adam Arkin, Peter Werner
GUIONISTA: Graham Yost, Benjamin Cavell, Dave Andron
BASADA EN EL RELATO: "Fire in the Hole" de Elmore Leonard
INTERPRETES: Timothy Olyphant, Nick Searcy, Joelle Carter, Natalie Zea.
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2010-12


Lo que me ha molestado no es que me haya llamado usted hijo de puta; lo que me ha molestado es el tonillo con que me lo dijo”. Con esta cita entre el chiste y la grosería venial ilustra y resume, Alfonso Sastre– en su libro “El drama y sus lenguajes (tomo II)”–, la coincidencia unánime entre las diversas e irreconciliables escuelas o teorías sobre la interpretación, en resaltar la importancia de la entonación en el uso del texto escrito para ser declamado. Tanto el destinado al teatro como al cine

Coincide con él Elmore Leonard.


Así, cuando le preguntan sobre cuál es el aspecto que encuentra más satisfactorio de la adaptación de su obra en la serie “Justified”, contesta que sin duda la forma de decir los diálogos: “Porque lo que verdaderamente retrata a tus personajes literarios es cómo hablan. La trama y todo lo demás, incluso el desenlace de la historia, apenas importa". Y añade, con el entusiasmo del joven escritor de 87 años que es: “El acento sureño de los personajes, especialmente el de Rayland (Timothy Olyphant) y Dickie Bennett (Jeremy Davies) en su enfrentamiento durante el desarrollo de los episodios de la segunda temporada, es extraordinario y suena tal cual lo había imaginado”.

“Justified”, calificada por muchos críticos como un neo-western, está basada en las adaptaciones realizadas por Graham Yost (Band of Brothers, Boomtown) de los libros de Leonard: “Pronto” y “Riding the Rap”, así como el relato breve “Fire in the Hole”. Allí es donde aparece el marshall Raylan Givens, protagonista de la serie interpretado por el brillante Timothy Olyphant. De anacrónico atuendo: botas de montar, pistola antirreglamentaria al cinto y sombrero Stetson; recuerda vagamente al Clint Eastwood de “Ruta suicida”, con la diferencia de que aquel se movía en un mundo en donde era un bicho raro, un excéntrico. Rayland, por el contrario, cuando después de un incidente en Miami, tras transferir un duelo de salón a un resort con el resultado previsible del delincuente abatido, es trasladado a su Kentucky natal, no desentona en absoluto. En el reparto de papeles de aquella sociedad con el reloj atrasado muchos años, a pesar de su ausencia prolongada hay un lugar reservado para que él lo desempeñe y lo ocupa con toda naturalidad sin que nadie se lo dispute, sin que a nadie le extrañe.

Toda historia es un ritual donde se celebra las relaciones humanas. La complejidad de la ceremonia es un mérito porque la enriquece, pero un hándicap porque puede oscurecerla. El valor llega cuando como en este caso se alcanza una concelebración casi ecuménica por la dimensión con la claridad y la sencillez de un rito de oración de ángelus. Unos personajes perfectamente definidos, unas historias brotadas con naturalidad de una trama vertical y rectilínea como árbol podado a pesar de la frondosidad de las ramificaciones. Y un lenguaje cinematográfico variado en lo narrativo, planos cortos manejados con ángulo de diversidad inagotable que ahuyenta la monotonía, combinados con otros: medios, americanos o largos; tacaños en la primera temporada por el presupuesto. Exactos en su reparto en las dos siguientes. Complementan lo que desde el principio destacamos es el principal valor de la película: él como dicen y que dicen los actores. Ese fluir de palabras de apariencia monótona por falta de inflexiones bajo un gesto hierático máscara de los administradores de violencia, de los verdugos de profesión. Semejan una corriente mansa en la superficie, de aguas turbulentas en la profundidad de las amenazas que nunca se pronuncian, pero se trasmiten sin lugar a duda alguna.

En los tiempos de las series ferozmente formalistas devotas de lo decorativo. “Justified”, quizá arrastrada por el laconismo de las historias en que se inspira, la parquedad de las vidas regidas por el salvase quien pueda que describe, haya optado por adecuar como defendía Ford la forma de contar a lo que se cuenta, eliminado todo lo que sobra. El resultado, sobresaliente.


viernes, 16 de marzo de 2012

Justified: Geografía Inhumana (Vol. II)




The Americans” es un libro del fotógrafo y cineasta Robert Frank, lleno de imágenes desgarradoras (obtenidas en 1955) de una América borrada de los catálogos oficiales de aquella época en tecnicolor. Fotografías sobre las que Jack Kerouak escribió en el excelente prologo del libro una de sus tantas frases citadas hasta el hartazgo: “Después de ver estas imágenes terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd"

Fueron Kerouak y sus compañeros de la generación beat los que consagraron el término de la América profunda. John Steinbeck quien en "Las Uvas de la Ira" describió el origen de estos apenas despojos de lo que antes fueran prosperas comunidades rurales, cimientos del sueño americano. A los que la “crisis del 29”–ahora tan estudiada por repetida–, expulsó de sus tierras hacia los latifundios de California o a las zonas industrializadas de los Grandes Lagos y la Costa Este. Los que quedaron, los resistentes: permanecieron en una burbuja social donde el tiempo transcurría con una calculada descoordinación con el avance del resto del país hacia el capitalismo finisecular. Como los amish o los pieles rojas, dejaron solidificarse una realidad anclada en las glorias de una anteguerra rural, ultrareligiosa y primitiva. Apacible la cascara, violenta y despiadada la privacidad, borrado cualquier dilema entre el ser y el parecer bajo el implacable escrutinio del vecino. Enemistadas eternas y deudas de sangre que se trasmiten como herencias durante generaciones. La América profunda que describirían innumerables escritores, son a su vez muchas Américas. Con un alma en común con un rostro distinto. Son muchos condados Yoknapatawpha como el que creo Faulkner para sus novelas.

En “Justified" la geografía física se localiza en el este de Tennessee, en las estribaciones de los Apalaches, y comparte territorio con la parte más oeste de Virginia Occidental. Le sobran los 9.313 negros que el escritor de Misisipi inventó para su condado de novela. Aquí son blancos. Lo otro es igual: Sheriffs que aplican la ley según sus propias reglas, débil presencia del estado federal no siendo a la hora de reclutar soldados para la guerra. Y pobreza, atraso y violencia. Unido a una moral, unos sentimientos, unos comportamientos sociales permitidos y adecuados para soportar un estilo de vida brutal.


No se sacó Elmore Leonard de la imaginación la geografía física y humana de esa parte del país norteamericano. Valga un ejemplo, que como anécdota no hace ciencia, pero sirve de ilustración. La soldado Lynndie England tristemente famosa por ser condenada por las terribles torturas infligidas a los presos de la cárcel iraquí de Abu Ghraib, nació en Asland (Kentucky) y ahora reside en una caravana en Fort Ashby (Virginia Occidental), con sus padres y la hija que tuvo del sargento casado que está en la cárcel por los mismos hechos. Cuando le preguntan cómo pudo cometer aquellas atrocidades, contesta sin inmutarse: “…eran los malos. No me arrepiento”. ¿Pero no sientes nada? Se encoge de hombros, duda, entonces se le ilumina la cara… “siento que no me concedan el permiso de armas para cazar.”

Sobre gente como ella trata la serie "Justified". Al policía protagonista, el soldado de guardia no le deja entrar al casino de veteranos: el mejor local de la ciudad, en donde se toma el whisky de más calidad, y se citan y reúnen los delincuentes. Allí sólo entran los buenos.


martes, 28 de febrero de 2012

Justified: La América desolada (Vol. I)



Publicidad de la TVserie Justified


Desde hace tiempo el crítico cinematográfico Carlos Boyero, viene defendiendo —al principio en solitario—, que el buen cine, el cine con mayúsculas, había desembarcado en las series para televisión. Tenía razón. La primera en dar el paso fue la cadena norteamericana por cable HBO. Sus ejecutivos consideraron que emplear a los mejores técnicos, a los mejores directores y guionistas; en resumen, invertir grandes sumas de dinero en la ficción para televisión podía ser rentable. Cuando se demostró que la calidad daba dinero, la competencia los imitó. Ahora ya son numerosas las grandes cadenas que disponen de presupuestos multimillonarios para sus programas de ficción destinados a la pequeña pantalla, y los Emmy se asemejan cada vez más a unos pequeños Óscar.

También como en el cine­, hay una valoración de partida: condicionada por la inversión. Aunque los manuales nos recuerden que la buena cinematografía es a partes iguales arte e industria, lo cierto es que la cuantía del presupuesto, da en la salida unos metros de ventaja que suelen ser decisivos en carreras de velocidad vertiginosa, como son las del éxito o las del fracaso de público, medido por audímetros implacables. Pero hay veces que el musculo superdotado del atleta, contradice todas las previsiones de los apostadores, de los augures que leen en las entrañas o en las vísceras de los estrenos. Es el caso de esta serie.

 “Justified” era un proyecto pequeño, con demasiados decorados, con muchos personajes, con diálogos impronunciables y una trama donde nada termina como debe ser. Es, en resumen, aborrecible para esos modelos de predicción: una historia de origen multicausal por lógico que fuera el desenlace, o tal vez por eso mismo. 

“Justified” es pues una obra desmesurada para unos medios tan escasos, pero cuenta con la genialidad, a mí entender, de las historias en que se basa. De la precisión matemática de quien domina a la perfección el algebra y la trigonometría de los sentimientos. Y los expone con la sutileza de los números con la exactitud del teorema. Elmore Leonard es un escritor que nunca ganará el Nobel de Literatura, pero que traspone como nadie a la novela o al cine el lenguaje de la marginalidad americana. Él se lo prestó a Tarantino en sus películas sobre los bajos fondos urbanos. Ahora se la entrega a la “América profunda” del sureste americano, que retrata “Justified”…

jueves, 9 de febrero de 2012

Soy tu enemigo



Las letras de Nacho Canut sirven para un roto y para un descosido. Una forma de tomarse a broma las malas noticias, los momentos para olvidar.


Hola, ¿Qué tal?
Soy tu enemigo
y voy a suprimir
la tentación de callar lo que pienso de ti.


Mira que bien,
ya no hay motivo
para disimular
la repulsión que tu ser reanima en mi.


Deja que te aclare
que como ya sabes
mi odio es incondicional.


¡¡Eh, tú!!
Me sobra actitud
y de ti me río yo.
¡Ja! ¡Je! ¡Ji! ¡Jo! ¡Ju!
¡Ay, qué pena das!
¡Ay, qué risa das!
¡Que me parto
y que me mondo!


No sé por qué
no te das la vuelta
y te vas de aquí,
estás fatal y además eres un infeliz.


Decídete,
quítate del medio
y no molestes más
a ver si ya de una vez te das cuenta por fin.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Wislawa, definitivamente ausente

Plaza del Mercado en Cracovia


“Las anécdotas sobre los grandes hombres son una lectura reconfortante”, escribió en “Lecturas no obligatorias” Wislawa Szyborsrka. También aquellas que se cuentan sobre las grandes mujeres.

Hoy está ausente de su casa Wislawa Szyborsrka porque ha muerto. Las veces que visité Cracovia y la procuré guiado por una devoción de grupie literario era una presencia, aunque allí residía, de la que nadie supo darme razón. Aquella poetisa maravillosa, que apenas cumplidos yo los quince años me deslumbró traspasando el velo de la traducción —que por muy hábil siempre tamiza los destellos del original—, se había camuflado en las páginas de la historia de su ciudad. Sus vecinos no sabían de su existencia. Nadie recordaba habérsela cruzado en las plazas o calles, o asistido a un acto en que ella fuera protagonista; omnipresente en los suplementos literarios, pero nunca en los cafés, en el mercado o las tiendas de su barrio

Los grandes poetas viven en sus versos. En Cracovia no notarán que Wislawa Szyborsrka ha muerto, se había ausentado hacía tiempo de la cotidianidad de sus habitantes. Nosotros, los que esperábamos una nueva maravilla de su escritura, la sentiremos, en cambio, como una pérdida dolorosa e insustituible.

jueves, 19 de enero de 2012

Dos Goyas inolvidables.



El azar y no la necesidad —ni ninguna otra de las oscuras fuerzas que mueven el destino de los hombres y las cosas—, hizo que en una semana Goya entablara por dos veces relación conmigo.

Se iniciaron, “los contactos”, el día diez con la nominación a candidata al “Goya a la Mejor Película de Animación” de mi primer largometraje: “The Litle Wizard. O mago Dubidoso”.

Una semana después en una excursión con unos amigos por Aragón pasamos por Fuendetodos el pueblo natal del pintor. Allí visitamos su casa y me hice una fotografía con el anfitrión… bueno, con su estatua, que casi viene a ser lo mismo.

En resumen, dos alegrías a reseñar: la inmensa, ser nominado a los Goya en mi debut en el cine profesional; la regocijante, las habas con chorizo que nos tomamos en Fuendetodos acompañadas de vino de Cariñena. ¡Inolvidables las dos!