martes, 27 de marzo de 2012

Justified: La imagen del susurro (y Vol.III)

Justified: la ley de Raylan. (Crítica Cinematográfica)

DIRECTOR: Jon Avnet, Adam Arkin, Peter Werner
GUIONISTA: Graham Yost, Benjamin Cavell, Dave Andron
BASADA EN EL RELATO: "Fire in the Hole" de Elmore Leonard
INTERPRETES: Timothy Olyphant, Nick Searcy, Joelle Carter, Natalie Zea.
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2010-12


Lo que me ha molestado no es que me haya llamado usted hijo de puta; lo que me ha molestado es el tonillo con que me lo dijo”. Con esta cita entre el chiste y la grosería venial ilustra y resume, Alfonso Sastre– en su libro “El drama y sus lenguajes (tomo II)”–, la coincidencia unánime entre las diversas e irreconciliables escuelas o teorías sobre la interpretación, en resaltar la importancia de la entonación en el uso del texto escrito para ser declamado. Tanto el destinado al teatro como al cine

Coincide con él Elmore Leonard.


Así, cuando le preguntan sobre cuál es el aspecto que encuentra más satisfactorio de la adaptación de su obra en la serie “Justified”, contesta que sin duda la forma de decir los diálogos: “Porque lo que verdaderamente retrata a tus personajes literarios es cómo hablan. La trama y todo lo demás, incluso el desenlace de la historia, apenas importa". Y añade, con el entusiasmo del joven escritor de 87 años que es: “El acento sureño de los personajes, especialmente el de Rayland (Timothy Olyphant) y Dickie Bennett (Jeremy Davies) en su enfrentamiento durante el desarrollo de los episodios de la segunda temporada, es extraordinario y suena tal cual lo había imaginado”.

“Justified”, calificada por muchos críticos como un neo-western, está basada en las adaptaciones realizadas por Graham Yost (Band of Brothers, Boomtown) de los libros de Leonard: “Pronto” y “Riding the Rap”, así como el relato breve “Fire in the Hole”. Allí es donde aparece el marshall Raylan Givens, protagonista de la serie interpretado por el brillante Timothy Olyphant. De anacrónico atuendo: botas de montar, pistola antirreglamentaria al cinto y sombrero Stetson; recuerda vagamente al Clint Eastwood de “Ruta suicida”, con la diferencia de que aquel se movía en un mundo en donde era un bicho raro, un excéntrico. Rayland, por el contrario, cuando después de un incidente en Miami, tras transferir un duelo de salón a un resort con el resultado previsible del delincuente abatido, es trasladado a su Kentucky natal, no desentona en absoluto. En el reparto de papeles de aquella sociedad con el reloj atrasado muchos años, a pesar de su ausencia prolongada hay un lugar reservado para que él lo desempeñe y lo ocupa con toda naturalidad sin que nadie se lo dispute, sin que a nadie le extrañe.

Toda historia es un ritual donde se celebra las relaciones humanas. La complejidad de la ceremonia es un mérito porque la enriquece, pero un hándicap porque puede oscurecerla. El valor llega cuando como en este caso se alcanza una concelebración casi ecuménica por la dimensión con la claridad y la sencillez de un rito de oración de ángelus. Unos personajes perfectamente definidos, unas historias brotadas con naturalidad de una trama vertical y rectilínea como árbol podado a pesar de la frondosidad de las ramificaciones. Y un lenguaje cinematográfico variado en lo narrativo, planos cortos manejados con ángulo de diversidad inagotable que ahuyenta la monotonía, combinados con otros: medios, americanos o largos; tacaños en la primera temporada por el presupuesto. Exactos en su reparto en las dos siguientes. Complementan lo que desde el principio destacamos es el principal valor de la película: él como dicen y que dicen los actores. Ese fluir de palabras de apariencia monótona por falta de inflexiones bajo un gesto hierático máscara de los administradores de violencia, de los verdugos de profesión. Semejan una corriente mansa en la superficie, de aguas turbulentas en la profundidad de las amenazas que nunca se pronuncian, pero se trasmiten sin lugar a duda alguna.

En los tiempos de las series ferozmente formalistas devotas de lo decorativo. “Justified”, quizá arrastrada por el laconismo de las historias en que se inspira, la parquedad de las vidas regidas por el salvase quien pueda que describe, haya optado por adecuar como defendía Ford la forma de contar a lo que se cuenta, eliminado todo lo que sobra. El resultado, sobresaliente.


viernes, 16 de marzo de 2012

Justified: Geografía Inhumana (Vol. II)




The Americans” es un libro del fotógrafo y cineasta Robert Frank, lleno de imágenes desgarradoras (obtenidas en 1955) de una América borrada de los catálogos oficiales de aquella época en tecnicolor. Fotografías sobre las que Jack Kerouak escribió en el excelente prologo del libro una de sus tantas frases citadas hasta el hartazgo: “Después de ver estas imágenes terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd"

Fueron Kerouak y sus compañeros de la generación beat los que consagraron el término de la América profunda. John Steinbeck quien en "Las Uvas de la Ira" describió el origen de estos apenas despojos de lo que antes fueran prosperas comunidades rurales, cimientos del sueño americano. A los que la “crisis del 29”–ahora tan estudiada por repetida–, expulsó de sus tierras hacia los latifundios de California o a las zonas industrializadas de los Grandes Lagos y la Costa Este. Los que quedaron, los resistentes: permanecieron en una burbuja social donde el tiempo transcurría con una calculada descoordinación con el avance del resto del país hacia el capitalismo finisecular. Como los amish o los pieles rojas, dejaron solidificarse una realidad anclada en las glorias de una anteguerra rural, ultrareligiosa y primitiva. Apacible la cascara, violenta y despiadada la privacidad, borrado cualquier dilema entre el ser y el parecer bajo el implacable escrutinio del vecino. Enemistadas eternas y deudas de sangre que se trasmiten como herencias durante generaciones. La América profunda que describirían innumerables escritores, son a su vez muchas Américas. Con un alma en común con un rostro distinto. Son muchos condados Yoknapatawpha como el que creo Faulkner para sus novelas.

En “Justified" la geografía física se localiza en el este de Tennessee, en las estribaciones de los Apalaches, y comparte territorio con la parte más oeste de Virginia Occidental. Le sobran los 9.313 negros que el escritor de Misisipi inventó para su condado de novela. Aquí son blancos. Lo otro es igual: Sheriffs que aplican la ley según sus propias reglas, débil presencia del estado federal no siendo a la hora de reclutar soldados para la guerra. Y pobreza, atraso y violencia. Unido a una moral, unos sentimientos, unos comportamientos sociales permitidos y adecuados para soportar un estilo de vida brutal.


No se sacó Elmore Leonard de la imaginación la geografía física y humana de esa parte del país norteamericano. Valga un ejemplo, que como anécdota no hace ciencia, pero sirve de ilustración. La soldado Lynndie England tristemente famosa por ser condenada por las terribles torturas infligidas a los presos de la cárcel iraquí de Abu Ghraib, nació en Asland (Kentucky) y ahora reside en una caravana en Fort Ashby (Virginia Occidental), con sus padres y la hija que tuvo del sargento casado que está en la cárcel por los mismos hechos. Cuando le preguntan cómo pudo cometer aquellas atrocidades, contesta sin inmutarse: “…eran los malos. No me arrepiento”. ¿Pero no sientes nada? Se encoge de hombros, duda, entonces se le ilumina la cara… “siento que no me concedan el permiso de armas para cazar.”

Sobre gente como ella trata la serie "Justified". Al policía protagonista, el soldado de guardia no le deja entrar al casino de veteranos: el mejor local de la ciudad, en donde se toma el whisky de más calidad, y se citan y reúnen los delincuentes. Allí sólo entran los buenos.