DIRECTOR: Jean-Paul Salomé
GUIONISTAS: Jean-Paul Salomé, Danièle Thompson, Jérôme Tonnerre
BASADA EN LA NOVELA: "Belphégor" de Arthur Bernède
INTÉRPRETES: Sophie Marceau, Michel Serrault, Julie Christie
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2001
"La máscara del Faraón" es una película francesa del director Jean-Paul Salomé (también al frente de la recién estrenada “Espías en la sombra”) en la que con una trama y narrativa similares (género de terror, apartado: venganza de ultratumba egipcia) intenta emular a “La Momia” (Summers 1999, remake a su vez de la clásica de Boris Karloff), al mismo tiempo que desea superarla aportando la calidad que al cine galo se le supone.
En realidad, se trata de una versión de la famosa serie francesa de televisión "Belphegor" (Claude Barma, 1965). Emitida por TVE (en aquellos años la mejor, por única, televisión del país), cautivó a los telespectadores españoles. Hasta es extremo que fueron muy pocos los que se perdieron alguno de sus cuatro capítulos. La serie, convertida en un fenómeno social, no sólo paso a engrosar la lista de los grandes éxitos de la televisión, sino que también se incorporó al catalogo de los terrores infantiles de toda una generación.
RECURSOS DIGITALES
Para adaptar la estética pop de los sesenta a nuestros tiempos opta el director francés por modernizar su relato a base de encerrarlo en los cánones del terror en boga. Y ahí esta su error. La utilización excesiva de los recursos digitales, la creación de una luz blanca, una claridad casi lechosa en las escenas del interior del Louvre; aportan un toque siniestro y hasta hermoso, pero por excesivamente frío priva de la inquietud que siempre precede al terror y que como todo lo irracional precisa de los colores de la pasión.
La actriz Sophie Marceau (“Braveheart”) realiza una excelente actuación en un papel muy adecuado a su estilo, aunque limitado en exceso por la tiranía de los efectos especiales. Michel Serrault ("Plaga Final") está muy por debajo de sus posibilidades y Friéderic Diefenthal convierte su personaje en un guiñol un poco bobo aunque simpaticote. Mencionar (devoción antigua) a Julie Cristhine (“Doctor Zhivago”, las otras no importan) en un papel secundario que su presencia torna maravilloso.
Con la estrategia seguida en esta película, de grandísimo presupuesto y promoción desmesurada, el cine francés corre el peligro de morir de éxito. Pues el camino no es imitar a las grandes producciones americanas (como en ”El pacto de los lobos”, “Asterix” o “Vidocq”) intentando competir en su propio terreno: el cine de laboratorio lleno de efectos digitales y vacío de contenidos, clónico hasta en las actuaciones de unos actores convertidos en estereotipos.
El cine francés y el europeo tienen su futuro en la “excepción cultural”. En contar historias que lleguen a los espectadores y que éstos se conmuevan con ellas. En otro caso el resultado será una película como ésta, pulcramente realizada, dirigida al llamado “gran público”, que entretiene; pero que al contrario que su predecesora, la serie de los sesenta, no dejará huella en la memoria de nadie.
GUIONISTAS: Jean-Paul Salomé, Danièle Thompson, Jérôme Tonnerre
BASADA EN LA NOVELA: "Belphégor" de Arthur Bernède
INTÉRPRETES: Sophie Marceau, Michel Serrault, Julie Christie
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2001
"La máscara del Faraón" es una película francesa del director Jean-Paul Salomé (también al frente de la recién estrenada “Espías en la sombra”) en la que con una trama y narrativa similares (género de terror, apartado: venganza de ultratumba egipcia) intenta emular a “La Momia” (Summers 1999, remake a su vez de la clásica de Boris Karloff), al mismo tiempo que desea superarla aportando la calidad que al cine galo se le supone.
En realidad, se trata de una versión de la famosa serie francesa de televisión "Belphegor" (Claude Barma, 1965). Emitida por TVE (en aquellos años la mejor, por única, televisión del país), cautivó a los telespectadores españoles. Hasta es extremo que fueron muy pocos los que se perdieron alguno de sus cuatro capítulos. La serie, convertida en un fenómeno social, no sólo paso a engrosar la lista de los grandes éxitos de la televisión, sino que también se incorporó al catalogo de los terrores infantiles de toda una generación.
RECURSOS DIGITALES
Para adaptar la estética pop de los sesenta a nuestros tiempos opta el director francés por modernizar su relato a base de encerrarlo en los cánones del terror en boga. Y ahí esta su error. La utilización excesiva de los recursos digitales, la creación de una luz blanca, una claridad casi lechosa en las escenas del interior del Louvre; aportan un toque siniestro y hasta hermoso, pero por excesivamente frío priva de la inquietud que siempre precede al terror y que como todo lo irracional precisa de los colores de la pasión.
La actriz Sophie Marceau (“Braveheart”) realiza una excelente actuación en un papel muy adecuado a su estilo, aunque limitado en exceso por la tiranía de los efectos especiales. Michel Serrault ("Plaga Final") está muy por debajo de sus posibilidades y Friéderic Diefenthal convierte su personaje en un guiñol un poco bobo aunque simpaticote. Mencionar (devoción antigua) a Julie Cristhine (“Doctor Zhivago”, las otras no importan) en un papel secundario que su presencia torna maravilloso.
Con la estrategia seguida en esta película, de grandísimo presupuesto y promoción desmesurada, el cine francés corre el peligro de morir de éxito. Pues el camino no es imitar a las grandes producciones americanas (como en ”El pacto de los lobos”, “Asterix” o “Vidocq”) intentando competir en su propio terreno: el cine de laboratorio lleno de efectos digitales y vacío de contenidos, clónico hasta en las actuaciones de unos actores convertidos en estereotipos.
El cine francés y el europeo tienen su futuro en la “excepción cultural”. En contar historias que lleguen a los espectadores y que éstos se conmuevan con ellas. En otro caso el resultado será una película como ésta, pulcramente realizada, dirigida al llamado “gran público”, que entretiene; pero que al contrario que su predecesora, la serie de los sesenta, no dejará huella en la memoria de nadie.