lunes, 22 de diciembre de 2008

Carta con fecha adelantada.

Poesía




Aquí el aire se adelgaza en láminas de acero
que traspasan la piel más gruesa, el abrigo más seguro;
aquí la nieve cae curva como las piedras que derrota la honda,
y oscura, como la infinita palidez que reparte.

No son las balas de los arcabuces,
ni el odio de cuchillo que empuñan las mujeres y los niños,
ni los molinos que mueven los helicópteros,
ni el suelo de roca de nuestras botas.

No es aquello ni esto- mi querida Elena Ivanovna,
mi amada y lejana madre- quien me asusta.
No es el guerrillero, que mira hacia un desierto hirviente
mientras dice sus oraciones sobre un piso congelado.
Ni sus largos cabellos, ni sus barbas erizadas,
tan cercanas a los terrores de la reciente infancia.

Aquí, en la trinchera, frente a una ciudad sin rostro que dicen Grozni,
temo a esta carta que te escribo con una fecha adelantada.
Al general cuyas palabras desfigura el roce con los dedos de vodka que duermen en su boca.
Temo a la paz de la que dice : “llegará mañana”.
La temo porque será una paz inexistente,
cultivada sobre heridas y mutilaciones,
sobre cuerpos de niños soldados
cuyas madres reciben cartas escritas hace mucho tiempo con fecha adelantada.

Temo a la paz de este general de palabras embotadas
más que al fuego de los enemigos;
porque su paz la tiene planeada sobre la derrota de los otros,
sobre la aniquilación de los habitantes, de los dueños de esta tierra.

En los libros de los tiempos anteriores,
los que el maestro en ocasiones nos lee a escondidas,
se dice que las victorias sobre los pueblos son imposibles,
que la paz injusta es a veces la peor de las guerras.

Es tan largo el frío en esta noche de alas extendidas como meses.

Elena Ivannova, mi lejana y querida madre,
cuando leas esta carta, que escribo con fecha adelantada,
tal vez mi cuerpo ya no tendrá que soportar el tejer y destejer
de las agujas de acero de este aire que nos viste,
ni las sienes como madera debajo de la lana.
ni las palabras del general hablándome de esa paz que estoy seguro será la peor
de las guerras.

Entonces.

Escríbeme tu despedida con la primera flor que brote en el huerto
y sobre todo, avísale a las otras madres que no críen a niños soldados,
o que los hagan sordos para que no escuchen las mentiras de los generales borrachos,
o que les enseñen a leer los libros de los tiempos anteriores,
para que aprendan que no hay paz sin justicia,
que no habrá paz mientras haya un hombre que sea esclavo de otro hombre.
Un territorio sometido. Una desdicha en la mirada de algún enemigo.

Explícales que sin sus hijos las guerras son imposibles,
porque los cañones y lo barcos, los fusiles de asalto,
los aviones y los misiles dirigidos a distancia
necesitan todos ellos de niños soldados
vigilando la plaza Minutka tomada, e inexpugnable, por un frío de acero
y cuerdas de aire..
Explícales, que nuestra manos son estalactitas
sobre estanques de sangre coagulada.
Que se resquebraja el hielo de nuestros ojos cada vez que lloramos.

¡Qué no esperen a recibir las cartas con fecha adelantada!,
nunca la paz puede estar en la decisión de los señores de la guerra
si no en la voluntad de las madres de los soldados que mueren en ellas.

En Chechenia a 29 de febrero del 2000